lunes, 23 de marzo de 2009

retomando

En la primera mitad del siglo 20 hubo una verdadera lucha ideológica: Socialismo versus Fascismo, la victoria de la primera fue contundente. El fascismo desapareció y el socialismo se impuso en gran parte del mundo; pero no en todo, porque hubo una parte donde el socialismo no fue admitido, se prefirió allí simplemente la libertad, en todos sus ámbitos, incluido el económico.
La reacción del socialismo frente a este nuevo “enemigo” (la libertad), fue obviamente denostarla. Entonces se labraron ingeniosos discursos, en ellos a la libertad en materia económica se la denominó, peyorativamente, “Capitalismo”.
El “Capitalismo” del que hablan los socialistas no es otra cosa que el innato instinto del ser humano por crear, por crecer a partir de lo que se tenía y esta creación hecha no a partir de un “colectivo” o una supra organización como el estado. No, el “Capitalismo” es sencillamente el poder crear a partir de la propia vida de cada individuo, por modesta que ella sea.
La libertad encuentra otros enemigos también, por ejemplo el abuso del poder, es el caso de los monopolios. La libertad también se destruye cuando se abusa de la buena fe, cuando se engaña.
Parece ser que la presente crisis económica tiene que ver con los atentados que sufrió la libertad por parte de quienes gozaron de situaciones de poder sin contrapeso (grandes instituciones financieras) y por quienes mintieron y abusaron de la buena fe (instituciones auditoras, “prensa especializada” y entes reguladores comprometidos).
Sin duda todos esos factores impidieron que los hombres y mujeres crearan valor libremente y fueron empujados a operar mercados en los cuales, de poder hacerlo, no lo hubieran hecho.
Lo que es urgente entonces es reponer la libertad, restaurarla en sus atributos y con las condiciones que ella requiere para que el ser humano pueda seguir creando.
El socialismo, que doctrinariamente desprecia la libertad, no puede ser de manera alguna un remedio frente a este problema.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

el empleador es, en el fondo, nuestro castigador

La estupidez o miopía de algunos ricos no es la única condición que contribuye a que el socialismo tenga simpatizantes.
Contaba otra anécdota que apuntaba a otro factor que he ido encontrando a lo largo de mi vida y que condiciona hoy a parte de nuestra sociedad a creer en el pegajoso socialismo. De verdad creo no equivocarme al decir que, en nuestro país, un alto porcentaje de los trabajadores ve su trabajo como una maldita condena, un castigo, uno bíblico.
Dice la Biblia en uno de sus parajes: “Desde hoy te ganarás el pan con el sudor de tu frente” haciendo alusión a la terrible condena que le imponía Dios a los habitantes del paraíso por no acatar uno de sus preceptos. Es decir, Dios nos dijo “Se acabó el paraíso, ahora tendrás que trabajar”.
Así, el que contrata empleados, no es otra cosa que el aplicador de esa antigua condena divina, el empleador es, en el fondo, nuestro castigador.
Ese también es un gran argumento para el socialismo, especialmente del más moderno. Se dice: “aceptamos la inevitabilidad de nuestro castigo divino; sin embargo, es necesario acotar los alcances de tal castigo para no hacerlo más penoso de lo necesario”.
Obviamente esto no es más que un terrible mal entendido. Hacer la equivalencia entre trabajar y ganarse el pan con tu sudor, nos llevaría a concluir que si una persona acumulara suficiente riqueza para no tener que preocuparse más del financiamiento de sus compras de pan (en sentido figurado), entonces esta persona no trabajaría más.
Por otro lado, muchas veces oímos decir: “mira que ambiciosa es esa persona, ya tiene millones y sigue trabajando tanto”. Ese pensamiento viene de la misma lógica, ¿no puede ser acaso que esa persona tan rica siga trabajando simplemente por que lo está disfrutando? ¿ por que siente que haciendo eso está creciendo espiritual o intelectualmente? Es decir, ¿por que el trabajo no sea un castigo?
Si el trabajo fuera mucho más que la manera de ganarse el pan, entonces la relación entre empleado y empleador cambiaría radicalmente, ¿no?

martes, 14 de agosto de 2007

Ricos estúpidos, aterricen.

Las anécdotas hasta ahora relatadas son, en el fondo, un testimonio 100% político. En efecto, mi vida y las miles de experiencias que ella recoge, han llevado a convertirme en un convencido de que el socialismo es un complejo obstáculo en el desarrollo de nuestra sociedad. No creo que el socialismo sea malo, malo como pensamiento o una idea vestida de maldad, no, si fuera eso, me ahorraría la palabra “complejo” y diría simplemente: ” un obstáculo para el desarrollo de la sociedad” .
El socialismo, su enfoque hacia los desafíos de nuestras sociedades y su manera de encarar las dificultades es, en el fondo, la renuncia definitiva a la capacidad del género humano de sobreponerse a la adversidad.
Es evidente que en sistemas sociales liberales y menos regulados aparecen conductas mezquinas y abusadoras, desafortunadamente estas son parte de nuestra naturaleza humana, ellas generan rechazo e impotencia que, incluso, puede llevar a violentos estallidos sociales.
Ante estas situaciones una reacción socialista ha sido muchas veces aclamada por multitudes o impuesta por la fuerza en sangrientas revoluciones.
Es cierto que el resultado de las respuestas socialistas, cuando han tenido éxito, han terminado con la conducta abusiva que generó tanta molestia, el problema está en que logran su objetivo eliminando toda la actividad; en otras palabras, eliminan la enfermedad matando al paciente.
Es por eso, que cuando decidí escribir sobre estos temas, escogí una historia personal que, a mi juicio, representa bien la primera razón de existir del socialismo: la estupidez con que muchas veces los adinerados enfrentan la realidad que vive la gente humilde.
Es que, si son incapaces de entender las consecuencias que tiene para una persona vivir con un sueldo ínfimo, es entonces imposible pretender que entiendan las razones prácticas que existen para no pagar sueldos tan bajos. Sí, existen condiciones de mercado que van a regular por si sola esta situación, obviamente si la demanda por mano de obra es mayor a la oferta, los sueldos van a subir; pero, sin que exista la conciencia de la que hablamos, esa alza va a ser más bien marginal y la sensación de abuso e injusticia se va a hacer más latente.
Si a esa falta de empatía se le agrega el hecho de que por solo realizar una actividad económica el empresario se instala en una especie de altar para ser adorado por su generosa dádiva de puestos de trabajo, entonces la desconexión en que viven las personas que viven tan distintas realidades es total. Luego, las respuestas socialistas encuentran más oídos a sus cantos

miércoles, 11 de julio de 2007

Rucio pelotudo

Fue exactamente hace 15 años, el verano del año 1992, tenía yo tiernos 16 años. Ese verano decidí irme muy lejos, jugar a ser vagabundo por un tiempito, así, empaqué mi mochila y partí al sur, Cochamó fue mi destino.
Busqué trabajo de obrero en una salmonera, me contrataron de inmediato; fui primero acarreador de sacos y luego también alimentador.
A poco andar el jefe convocó una partida de tres trabajadores, yo entre ellos, nos asignó una labor: ir en el bote a buscar bolones de piedra que se encontraban en una playa no muy lejana y volver en cuanto estemos terminado. Me sentí muy bien cuando me llamaron para esa “misión”, me daba cuenta que, al menos para el jefe, yo era uno más de los obreros.
Navegamos unos minutos por ese precioso estuario del Reloncaví y llegamos a la playa de los bolones. Desembarcamos los tres, yo iba a iniciar la maniobra de subir el bote por la playa para evitar que sea llevado por la marea, pero uno de los trabajadores me detuvo y me dijo: “no hijo, no ve que si lo sube mucho, después cuando lo carguemos no lo vamos a poder arrastrar de vuelta al agua”. Me sorprendió este básico, pero elemental conocimiento, obviamente ese hombre sabía, sabía por la experiencia.
El mismo hombre amarró el bote a un tronco que yacía tirado en la playa, el otro dejaba algunas cosas bajo un árbol y yo empezaba el proceso de selección de piedras. Estaba en eso cuando quise preguntar a mis compañeros si los bolones debíamos cargarlos de inmediato o acumularlos en una ruma y luego cargarlos; sin embargo, no encontré respuesta, los dos dormían plácidamente bajo el árbol.
Buenamente pensé que ellos, sin decirlo, me habían encomendado a mí la tarea de selección y agrupamiento de los bolones para luego, ellos, hacer la parte de carga y estiba sobre el bote. Me pareció justo así que seguí mi tarea sin perturbar sus sueños.
Rato después me encontré con que los bolones más apropiados se habían acabado, por lo que quizás era más eficiente cargar las piedras seleccionadas y, luego, trasladar el bote unos metros para seguir con la labor donde hubiese más.
Me acerque de manera respetuosa y despacito empecé a hablarle al hombre que me había aconsejado sobre como amarrar el bote. Parecía no oírme así que lo moví un poco, el, sin abrir los ojos, me pregunta: “¿Qué hora es?”- “pasado las 10”- le contesté, “¡y para que hueveai entonces!” - me respondió bastante enojado.
-“No, es que se me acabaron los bolones acá en el sector y quería empezar a cargar para mover el bote un poco más allá y seguir allá sacando piedras”- “oye cabro, ¿estás cagado de la cabeza? no te day cuenta que si terminamos la pega ahora, vamos a llegar devuelta y nos van a mandar a hacer no sé que huevá más…no po’ cabro, la idea es que lleguemos justo para la hora de 12 y así no nos huevean más hasta la tarde..” - se dio media vuelta y siguió durmiendo, pero antes me dice: “mira, en el bote está mi bolso ahí tengo un tarrito con lienza y un poco de carnada, ponte a pescar si estay aburrido”.
Me sentí bastante pelotudo, me dieron ganas de agarrarlos a patadas, yo pensando en sistemas de trabajo, en equipos, en miles de cosas y ellos en que pase el tiempo para no trabajar.
Bueno, la rabia me la pasé cargando los bolones solo, haciendo eso me di cuenta de que las piedras que ya tenía s eran más que las que necesitábamos. Pensé entonces en hacer lo que el maldito dormilón me había sugerido y ponerme a pescar…pero era tanta la rabia y mi cansancio que se me ocurrió algo mejor…
Apenas la idea se me cruzó por la cabeza mi cuerpo sintió el shock de adrenalina, una mezcla de risa nerviosa y arrebato me deben haber dibujado una expresión muy loca en la cara. Silenciosamente desaté el bote y suavemente lo impulsé hacia afuera, remando me alejé y ya, cuando estaba lo suficientemente lejos para no despertar a mis “compañeros”, hice andar el motor y fijé rumbo de regreso. Mis dos camaradas quedaban durmiendo en la playa.
Solo a pocos metros de llegar al muelle empecé a darme cuenta de las implicancias de lo que había hecho: podrían despedirlos, ser yo el despedido, podrían vengarse y hacerme algo, podría el resto de los trabajadores solidarizar con ellos y hacerme la vida imposible…en fin…a metros del muelle me volví a acordar que era un niño y que estaba solo.
Justo en el muelle, como esperándome, estaba el jefe - “¡que pasó! ¿hay heridos?”- no podía entender que cresta hacía yo solo manejando el bote sin mis compañeros.
Sin querer mirarlo a los ojos amarré el bote y de un salto subí al muelle, recién ahí logré mirarlo, inmediatamente noté una sonrisa con toques de intriga en su cara, “Max, ¿Dónde quedó la gente?”- “Bueno jefe, la verdad es que cuando el bote ya lo teníamos cargado, me quedé esperándolos un buen rato, los llamé y todo, pero no aparecieron así que me vine no más.” En ese minuto yo estaba al borde de estallar en llanto, pero también de largarme a reír a carcajadas.
Pasó el día y nada se sabía de mis compañeros, justo al finalizar la jornada aparecieron dos siluetas entrando por el acceso principal.
Yo estaba ordenando sacos y me vieron - “Buena la talla ruciecito, ¿le contaste al jefe la bromita que hiciste?, te van a cagar por ahuevonado”- de inmediato fueron a hablar con el jefe, yo los veía sin poder oír lo que decían, él se reía, los otros dos le contaban algo muy serios, después de un rato los tres me miraban y se reían “me echaron”- pensé.
Luego se armó un coro de risas entre todos los trabajadores del centro, gritaban: “¡¡buena rucio!!, ¡¡que!!...¿ te estabai cagando que no podiai esperarlos ?” y se reían, pero era definitivamente un momento para disfrutar, no había tensión, ni resentimientos, los dos trabajadores habían llegado con la historia de que de tanto trabajar, habían ido a buscar un chorrillo de agua fresca para refrescarse y que seguramente yo no me había dado cuenta y me había asustado al verme solo y emprendido el regreso por mi cuenta.
En fin… lo único que tuve claro en ese minuto era que yo no iba a rectificar la historia, mi orgullo podía esperar, esa versión era mejor para todos.
Sin embargo algo grande cambió en mi, me di cuenta de que el trabajo tenía un significado muy distinto, para mis compañeros era una cosa para mi otra muy distinta, en verdad no éramos compañeros, lamentablemente no.

jueves, 5 de julio de 2007

Magnanimus maximus

No hace mucho me tocó liderar la puesta en marcha de una empresa, a la hora de reunirme con los dueños para discutir el nivel de sueldos para el personal , la pregunta les pareció algo fuera de lugar. La respuesta era obvia: básico, esto es mínimo.
No me calzaba en la cabeza, no estábamos contratando chicos en práctica ni jóvenes recién iniciándose, no, necesitábamos trabajadores y trabajadoras responsables , gente que buscara estabilidad y proyección laboral, gente a quienes pudiéramos confiar labores de cuidado (aunque sin calificación especial).
Sin querer faltar el respeto a mis jefes, quise abrir una ventana de discusión sobre el tema, evidentemente me disgustaba la idea de buscar gente y solo poder ofrecerle salario mínimo, pero también me preocupaba el nivel de estrés con que iban a operar los equipos humanos a mi cargo sabiendo yo que, quienes los componían, no ganarían lo suficiente para vivir decentemente.
Después de una animada discusión, acordamos un escalafón de sueldos que consideraba el mínimo solo para jóvenes en un periodo de formación. El argumento que finalmente me sirvió para lograr el cambio de criterio fue que necesitábamos encontrar gente muy buena, especialmente en la etapa inicial, y por lo tanto debíamos crear una oferta atractiva para personas que estuviesen con trabajo en otros lados.
La argumentación de mis jefes era bastante distinta:
1- hoy contratar gente en Chile tiene un costo subyacente, imposible de calcular, enorme. Es el riesgo de multas, juicios laborales por demandas ridículas, pero igualmente acogidas a tramitación, etc.. Este costo indeterminable es el que obliga a bajar al máximo el costo determinable (salarios y beneficios) y de ahí aspirar a contratar gente con sueldo mínimo.
2- La productividad del trabajador Chileno es tan baja, que obliga a tener dos o tres personas haciendo labores que perfectamente podría hacer una.
3- Lo ético o no ético se resuelve por el solo hecho de que nosotros, como empresarios, estemos arriesgando nuestro capital y con eso nuestra forma de vida (al menos parte de ella) en un proyecto que les dará a muchas personas la posibilidad de un ingreso estable y que antes no la tenían.
“Masturbación mental” - les respondí,-“ en concreto, estamos hablando de crear equipos, equipos compuestos por seres humanos, personas que pagan cuentas, alimentan y educan niños, ojalá personas que quieran crecer espiritualmente, invitar de cuando en cuando a su mujer a comer, en resumen: personas que VIVEN.”
Mi punto iba por el lado de que armar una empresa, independientemente de todas las externalidades positivas que se producían por el solo hecho de crearla, implicaba hacerse cargo del equipo humano que se formaba, que no hacerlo era una negligencia que tarde o temprano la pagaríamos con resultados deficientes y que por último, cerrarse los ojos pretendiendo no ver la realidad que vivían las personas que formaban nuestro equipo, era solo un acto de ilusa eficiencia.
No, el resultado de la conversación no me dejó feliz, sí, me autorizaron ofrecer sueldos ostensiblemente mejores a los que originalmente consideraron, pero no logré bajarlos del pulpito sobre el que me hablaban: ellos eran magnánimos, ellos daban trabajo, ellos eran empresarios; de verdad se sentían haciéndole un favor a Chile
…para mi ellos estaban haciendo un negocio y eso me parecía espectacular, me encantan los negocios, me encantan las empresas, pero, ¡por favor! ¿un favor a Chile y a su gente?.

martes, 3 de julio de 2007

vamos a ver si esta vez vale la pena